Casi nada, antes de ayer mismo. Y cómo la sufrí y la odié durante Bellas Artes porque aquella profesora, Inmaculada Jiménez, el hueso más duro que he tenido en mi vida, era devota de ese manual.
El tiempo me puso en mi sitio, a Inmaculada la tengo en un pedestal, y hoy es el día en que uno de sus ejercicios más duros de hacer se ha convertido en bálsamo para el alma.
Tan sencillo como ir mirando y hacer que el recorrido de tus ojos coincida con el de tu mano. Como un sismógrafo. Una relación directa entre lo que el ojo ve y la mano traza.
Y es curioso porque es muy honesto.
Como no puedes mirar no puedes juzgar.
Y a ese otro que dibuja tan libre lo llamo Alterio.
Alter alterum es el otro y aunque etimológicamente el nombre de
Alterio no tiene que ver con esa raíz como se parece mucho es un nombre
adecuado.
Alterio.
El otro.
(y qué jodidamente bien lo hace).
Gracias por todo Inmaculada Jiménez.
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